Pari Passu

Supongamos que un crimen ya ha sido cometido, que la pobre víctima ha dejado de sufrir y el miserable asesino ha desaparecido, si hemos hecho todo lo posible ¿De qué sirve aún más virtud? Ha llegado la hora del buen gusto y de las Bellas Artes.

Sequemos nuestras lágrimas y quizá tengamos la satisfacción de descubrir que unos hechos lamentables y sin defensa posible, desde el punto de vista moral, resultan una composición de mucho mérito al ser juzgados con arreglo a los principios del buen gusto.





Señores, estoy seguro de que a todos ustedes les interesará saber que, aunque muy antiguos, los Asesinos tuvieron una estirpe de antecesores en el mismo país. Durante los primeros años del emperador Nerón, hubo en Siria, y sobre todo en Palestina, una banda de asesinos que llevó a cabo sus estudios de manera muy original.

En efecto, no ejercían durante la noche ni en lugares solitarios sino que, considerando con toda justicia que las grandes multitudes son en sí mismas una especie de oscuridad, a causa de la presión tan densa que hace imposible saber quién dio el golpe, se mezclaban en todas partes con las multitudes.




La práctica y la teoría deben avanzar simultáneamente. Empezamos a darnos cuenta de que la composición de un buen asesinato exige algo más que un par de idiotas que matan o mueren, un cuchillo, una bolsa y un callejón oscuro. El diseño, señores, la disposición del grupo, la luz y la sombra, la poesía, el sentimiento se consideran hoy indispensables en intentos de esta naturaleza, pari passu.